«La nave estaba en penumbra y el cambio brusco de luz hizo que sus pupilas se dilataran. La temperatura era unos grados inferior y Alejandra se frotó los brazos sintiendo un escalofrío. Estaba prácticamente vacía, salvo dos beatas arrodilladas en uno de los primeros bancos. Sara se untó el dedo corazón en la pila de agua bendita y se santiguó. Alejandra la imitó.
Era la primera vez que ponían los pies en esa iglesia. Les pareció preciosa. Tenía una desbordante decoración barroca. Por un instante, se imaginaron a sus padres vestidos de novios en el altar, contrayendo matrimonio. A pesar de necesitar una restauración urgente, sus adornos eran de tal magnitud que invadía toda la atmósfera de la nave una sensación de grandeza y, al mismo tiempo, de humildad. La bóveda estaba adornada con frescos del artista Antonio Palomino. Ahora, tras el último incendio de 1936 eran dominados en su mayor parte por un color negruzco producido por el hollín del humo y el paso del tiempo, dejando entrever los dibujos sobre los pasajes de la Biblia y el Apocalipsis. Sentados en uno de los bancos, los tres jóvenes intentaban localizar el posible rosetón que adornaba la pared del despacho de Jorge. Aparentemente, no existía ninguno en toda la iglesia o, por lo menos, ellos no eran capaces de encontrarlo. Sara empezó a contar una serie de figuras de escayola, casi a tamaño natural, situadas alrededor de la nave central, y colocadas sobre unos pedestales. Eran doce, ese número ya le hizo ponerse en guardia».
Las doce llaves
María Villamayor
Los Santos Juanes y "Les Covetes de Sant Joan"
Foto realizada desde la torre de la Lonja
http://valenciadesaparecida.blogspot.com/2015/04/
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