«Rosa esquivaba a las personas que pasaban por su lado y, parada frente al Mercado Central, no se cansaba de admirar su fachada. Estaba sorprendida de la afluencia de gente que entraba y salía ¡Cómo había cambiado en todo este tiempo! Si la memoria no le fallaba, hacía más de quince años que no pisaba esa zona. Cuando se trasladó a la Avenida del Puerto intentando recomponer su vida de alguna manera, quiso borrar de su mente todo lo que le recordara a su antiguo novio, Miguel Roselló. Y de hecho casi lo había conseguido. Aunque eso era lo que ella había creído».
Las doce llaves
María Villamayor
Mercado Central
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