«—¿Es usted de aquí? —preguntó Eugenio al sargento Aldecoa, calibrando lo útil que le podría resultar en la investigación.
—Bueno, de Sedaví, un pueblo cerca de Valencia.
—Supongo que le habrán informado bien en Madrid —el teniente quiso ir al grano y tomó la carpeta que había en la mesa— y ya sabrá que la víctima se llamaba Vicente Puig. —Hizo una breve pausa mientras sacaba algunas fotos del alcalde con la ropa teñida de sangre—. Le dispararon a bocajarro con una escopeta de caza. —Esta vez sacó una foto de balística—. Calibre 16, cartuchos de perdigones Saga, muy habituales, por la zona hay mucha caza de conejos. Se desangró frente al ayuntamiento, a cien metros de su casa. Cuando quisieron llevarlo al puesto de la Cruz Roja, ya había muerto».
Nadie corre más que el plomo
Ignacio Marín
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