«Porque Vicente Puig no supo que iba a morir cuando recibió el disparo que acabaría poco después con su vida. Más bien se sorprendió de ver ahí, en el portal de su casa, al que resultaría ser su asesino. Comenzó a esbozar una tímida sonrisa que atropelló el estruendo del arma detonada. Estupefacto, observó cómo brotaban de su camisa manchas rojas, mientras el homicida se escabullía por las calles empedradas del casco histórico. Movido por ignotos instintos, Vicente Puig se agarró el vientre y caminó las escasas dos manzanas que le separaban de la plaza del Ayuntamiento».
Nadie corre más que el plomo
Ignacio Marín
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Plaza del Caudillo, actual del Ayuntamiento
Levante EMV
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