«El mar, que había adquirido una tonalidad turquesa, se agitaba nervioso, digiriendo aún la muerte de su hijo con la que se había despertado aquella mañana. Ya en la costa, el aire se movía ligero y traía aromas de arena mojada. Encendí un cigarrillo y se lo tendí.
—¿Sabes qué fue lo último que dijo mi hermano antes de que lo mataran?».
Nadie corre más que el plomo
Ignacio Marín
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Mar de tormenta. 1899
Joaquín Sorolla y Bastida
Óleo. 43 x 64
Museo Sorolla
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