«De repente, sus ojos se iluminaron por un fogonazo tras de mí. El rayo y el incremento del viento anunciaban la inminente tormenta.
—Será mejor que nos marchemos, amigo.
Anduvimos deprisa las escasas manzanas que nos separaban de nuestro bar. La tormenta no se hizo esperar demasiado. Gruesos goterones repicaban en los adoquines de las callejuelas del centro, mientras que Eugenio y yo tratábamos de caminar ligeros sin resbalar».
Nadie corre más que el plomo
Ignacio Marín
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Día gris en la playa de Valencia. 1904
Joaquín Sorolla y Bastida
Óleo. 83,7 x 62,60
Museo Sorolla
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