«A pesar de que sus pies le pedían una tregua estaba contenta por haberse despejado de un largo día. Acababa de atravesar las Torres de Quart y le faltaban tan solo unos pocos metros para llegar al portón de su casa, cuando un hombre apoyado en la pared y con expresión cabizbaja reclamó su atención. Le pareció escuchar a duras penas alguna frase que no logró entender, lo que le hizo suponer que estaría borracho. Eso, y su destartalado y mugriento atuendo le hizo ponerse en guardia. Se encontraba a tan solo unos pasos de ella y en su misma trayectoria. Sara, notó como sus pulsaciones aumentaban desmesuradamente y sus pies aceleraban inconscientemente olvidándose del cansancio. En el mismo momento en que la joven pasó por su lado, el individuo levantó la cabeza y la miró fijamente. Sara, se sobresaltó y el corazón le dio un vuelco. Podía percibir como su mirada le taladraba despiadadamente la espalda. Acto seguido, el individuo empezó a gritar diciendo:
—¡Oye… guaaaapa! Tienes… ¡Oye!…»
Las doce llaves
María Villamayor
Torres de Quart al fondo. 1950
Todocolección
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