«Después de las clases de yoga, había comido un bocadillo rápido y acudido a la consulta. Así había transcurrido el día bastante ajetreado y se sentía agotada. Tumbada en su nuevo sofá disfrutaba de un descanso bien merecido e intentaba relajarse, no había tenido ni alientos para hacerse la cena, pensó que cogería cualquier cosa de la nevera y se iría a la cama temprano. Al día siguiente, a primera hora tenía que recoger a Alejandra en la Estación del Norte».
Las doce llaves
María Villamayor
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