i el Corpus asoma:
les Roques, la Moma,
dansetes i broma.
Li fan dir a un home
per més que s'aguante:
teu plante, teu plante,
teu re-contra-plante».
La Degolla
Josep Pallarés
«No te voy a decir que de repente se acabaran las dificultades, ni mucho menos. Había que hacer colas para conseguir cualquier cosa, pero tu padre se las ingeniaba para traernos aceite, harina (por fin teníamos, a veces, harina blanca) y arroz, que llegaban de estraperlo al muelle de la estación. Con el tiempo, cuando os he visto discutir a tu hermana y a ti por estupideces, he pensado que entonces nosotros llegamos a ser bastante felices sin poseer casi nada».
La buena letra
Rafael Chirbes
«Permanecía encerrado en su cuarto casi todo el tiempo, como si no consiguiera acostumbrarse a los espacios abiertos. Tu padre, cuando volvía del trabajo, procuraba llevárselo al bar, o a casa de Paco para jugar unas partidas de dominó. A veces salía al campo y regresaba con pedazos de madera que tallaba cuidadosamente a lo largo de días enteros. A tu hermana le fabricó un diminuto juego de café en madera y luego lo pintó y parecía que fuese porcelana china. También le hizo un comedor de casa de muñecas. Había aprendido a tallar en las interminables veladas de la cárcel y pronto empezó a buscarse algún dinero por ese medio».
La buena letra
Rafael Chirbes
«Fue un día luminoso. Tu tío Antonio había recuperado la elegancia y la palidez no le sentaba mal. Tu padre y él salieron antes de comer a tomarse el vermut y volvieron achispados y contentos. Parecía que ya nada podría hacernos daño; que habíamos perdido cuanto teníamos que perder y estábamos de nuevo destinados a la felicidad. Aunque la desgracia siguiera arrastrándose a nuestro alrededor, no iba a tocarnos con sus manos. La guerra había terminado».
La buena letra
Rafael Chirbes
«Por la tarde fuimos a dar un paseo por la playa y luego a un merendero. En una mesa cercana a la que nosotros ocupábamos, un hombre tocaba el acordeón y tu tío le pidió que lo acompañase y cantó para nosotros tangos y romanzas. Tenía muy buena voz y a todos nos emocionaron las letras de aquellas viejas canciones que hablaban de cosas lejanas y, sin embargo, parecían hablar de nuestras propias vidas, de las ilusiones, del sufrimiento y de la alegría que empezábamos a recuperar, aun a costa del olvido de quienes se habían ido para siempre. «De ahora en adelante ya no se irá nadie más. Estaremos aquí, juntos, toda la vida», me repetía yo, como si el fin de la guerra nos hubiera curado de la enfermedad, de la desgracia y de la muerte».
La buena letra
Rafael Chirbes
«A eso de mediodía llamaron a la puerta de casa y alguien dijo: "El afilador. Está aquí el afilador". Desde la cocina grité que no necesitábamos nada, pero la voz insistió: "Señora, salga usted, que el afilador le trae un regalo". Pensé que se trataba de algún guasón y me asomé desconfiada».
La buena letra
Rafael Chirbes
«No es que todo se hubiera vuelto de repente fácil. Ya te lo he dicho. Seguíamos luchando igual. Había que buscar el arroz a escondidas, y el aceite y la harina. Pero nos habíamos acostumbrado al pan negro, al azúcar de las algarrobas, a disimular el sabor de unas cosas con otras, y fue un milagro el día en que tu padre y Paco trajeron dos sacos de picón para el brasero, y nos llenaba de alegría cada cosa que obteníamos, algunas manzanas, un pedazo de queso de oveja, unos arenques. Cuando salía del trabajo, tu padre cuidaba del corral y fue naciendo una población de conejos, gallinas y palomas; y ya podía darle a tu hermana un vaso de leche cada día. De repente nos habíamos convertido en millonarios».
La buena letra
Rafael Chirbes
«Los viejos tiempos me quemaban la memoria con luces multicolores. Las tardes a la puerta de casa con las amigas, los paseos por el campo, con el sol cayendo detrás de los montes y dejando una raya roja entre los pinos, las meriendas en la playa, y las risas, y los bailes en la plaza, "ojos verdes, verdes como el trigo verde", el pelo cortado a lo garsón, el escote marinero reflejado en el espejo del dormitorio, y los zapatos nuevos, con el tacón cortado y ancho, a lo Greta Garbo. Todo se había hecho pedazos y el dolor lo recomponía en mi memoria como si esas cosas fueran el destino que me hubiera estado reservado desde siempre y los demás lo hubiesen destrozado».
La buena letra
Rafael Chirbes
«Pero eso fue más tarde. Tuvo que llover mucho antes de que tu padre pudiera ir al cine y recuperase el buen humor. Luego le duró poco. Aquel primer invierno después de la guerra pasamos mucho frío. No teníamos picón para el brasero, ni leña para la chimenea. Aún no sé cómo conseguimos resistir en casa. La gente se metía en el cine, porque allí al menos se aguantaba el frío. El cine era barato, más que encender el brasero, pero nosotros no podíamos ir porque al final de la película sonaba el Cara al Sol y a tu padre le repugnaba tener que ponerse en pie con el brazo en alto».
La buena letra
Rafael Chirbes
«Era a principios de verano. Lo recuerdo como si lo estuviese volviendo a ver en estos momentos. Una se olvida, y cada vez con más frecuencia, de lo que hizo ayer, o de cosas que han ocurrido esta misma mañana y, sin embargo, los recuerdos más antiguos tienen otra fuerza. No los piensas: los ves, los escuchas. De aquel día recuerdo el cielo por encima de la escollera, pero también las caras y las voces de cuantos nos sentamos a la mesa, bajo la higuera. Recuerdo cómo iba vestido cada cual, y el olor áspero de las hojas de la higuera y el de las plantas de tomate, cuando fuimos tu tía Pepita y yo a recoger algunos para la ensalada, y recuerdo el olor de la ropa; fíjate, que mientras hablo puedo recordar el olor de la ropa de tu tía Pepita y el de la abuela María, que olía nada más que a agua y jabón, pero de un modo muy especial, porque también olía a ella».
La buena letra
Rafael Chirbes